lunes, febrero 05, 2007

Aspectos del deseo




I. Poesía pagana


Creo que a la Biblia le hacen falta algunas páginas
-Tori Amos, Icicle

Se cierran las puertas de las celdas y las hermanas se disponen a rezar la última oración del día. Todas toman sus rosarios y visualizan el Sagrado Corazón de Jesús, la Santísima Trinidad y a la Virgen María.
La madre Sofía sube a la bilbioteca secreta de la Madre Superiora; toma un libro grande y polvoso. En vez de invocar al Cristo Redentor, como el resto de sus compañeras, busca en el índica del pesado volumen las letras que la religiosa mayor evita a toda costa: El Cantar de los Cantares.
¿Acaso lo que sentía Sofía era morbo? ¿Necesidad por conocer lo prohibido? Lo único que reconocía eran las ansias por leer el poema de Salomón. Sentía que había algo importante que descubrir.
Pasó las hojas que solía leer a diario -Reyes, Ester, Salmos- hasta que llegó a una parte sin ilustraciones: "Cantar de los cantares, el cuál es de Salomón".
Oyó el chillar de una puerta; volteó a verla y se dió cuenta de que era el viento colándose por una abertura; sintió como la adrenalina, sustancia prohibida entre las respetables monjas, corría por sus venas.
Sofía comenzó a leer:
"He aquí que tu eres hermoso, amado mío, y dulce. Nuestro lecho es de flores"
Las flores de la hermana eran margaritas reflejadas en las ventanas del convento; imposibles de alcanzar en el día más bello; ella, al leer este pasaje, imaginaba pétalos de rosas amarillas, orquídeas de dulce olor en sus manos, en sus labios, en su cuello...
"He aquí que eres bella, tus ojos son como palomas."
Su imaginación volaba junto a la parvada de las aves. No había reparado en la belleza de la que era poseedora; sintió como el hombre retratado en el libro la abrazaba tibiamente, mientras éste se zambullía en los ojos de Sofía. Sin darse cuenta, empezaba a conocer un lenguaje vedado para una mujer dedicada a Dios. Siguió leyendo:
"Miel y leche hay debajo de tu lengua (...) [El cuerpo de mi amado]... es como claro marfil cubierto de zafiros."
La hermana terminó de leer el libro sagrado con bastantes interrogantes: ¿Era posible que una mujer fuera capaz de sentir todo lo que experimentó por un hombre? ¿Sería castigada por haber descubierto lo que los demás llamaban pasión, la cual era tachada por su congregación como pecado?.
Sofía cavilaba todo esto cuando, de pronto, tenía lugar uno de los eventos que recordaría toda su vida. A su espalda, entre un halo de luz, una mujer mitad blanca mitad cobriza; ataviada con una túnica dorada, apareció y la llamó: -Salve, muy favorecida, Shekinah* es contigo. Sofía dio la vuelta y se persignó.
-No temas-continuó el espectro- has leído sobre el Deseo, el aspecto que el hombre borró de nustras creencias. Porque el novio y la novia del Cantar de los Cantares son el símbolo de las energías que se conjugan para subir al empíreo. Para llegar al cielo en compañía del ser al que amas, de la más pura de las uniones. Revela, pues, todo lo que has visto y oido, para el bien de todo el que comprenda.
La mujer luminosa despareció mientras decía estas últimas palabras. Sofía guardó todas estas cosas meditándolas en su corazón.
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*Shekinah: Para los judíos, aspecto femenino de Dios.

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