Los que dan y los que piden
El que pide debe tener autoridad moral para dar. El que da debe tener capacidad suficiente para pedir. El que pide debe de antemano. El que da se compromete a no esperar nada. Y entre los compromisos del dar y el recibir se llena el cúmulo de sentimientos intermedios. ¿Estaré pidiendo demasiado? ¿Es suficiente lo que doy? ¿Estaré recibiendo lo que merezco? ¿Completo lo que deseo que esté completo? ¿Al dar me quedo incompleto?
Nunca planeo dar respuestas a mis interrogantes, las lanzo al aire como boomerangs. Cuando siento que no me pertenecen, regresan con más fuerza y empuje. Pero me da satisfacción reconocer que lo que he dado me ha redituado, y lo que he recibido me ha satisfecho.
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Lo mas sexy es la confianza
Es de las frases que mueven. No hay mayor cosa en el mundo que la confianza. Y es que debo reconocer que no encuentro nada que me llame de Jamaica Inn más que esa frasesita. He estado en pocas relaciones y la encontre como pieza central y única en mi estructura.
En la primera creo que fue la confianza en una realidad paralela, en el deseo de que algo completamente inoperable en este plano funcionara. Que sirvió bien para un rato, aunque, al despertar, no resultara del todo conocido.
En la segunda la confianza no era lo mas sexy, era la base principal. Y la deje caer como si fuera de pluma. Supongo que uno no reconoce lo mas sexy hasta que lo ve perdido.
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¿Alguien puede decirme quien es este terrorista?
quienes son; que intereses persiguen; cuál es su siguiente objetivo...
Yo tengo mi propia arma química.
Mi propio campo de batalla.
Mi terrorista de bolsillo.
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Dulce la picadura
en mi poder...
Me pregunto que tanto es mío el poder de curar, el poder de soportar el dolor... ¿de verdad esta en mi mano? de verdad esta en mi poder? porque cuando me cantas al oido:
can you heal where others before have failed debo estar seguro de poseer yo el curita, las gasas y el alcohol.
Miles de veces he poseido al dolor: es hidra de mil cabezas con máscaras multicolores; es utilísimo y adictivo. ¿Crees que seré capaz de dejar mi capacidad de poseer al dolor a cambio de la última cura? ¿Cuál es la última cura? ¿El amor? ¿La compañía? Ya no importa. Sólo deseo columpiarme en el sonido de un Hammond B3, saltar entre voces de negros gospeleros... tengo ganas de ser un negro gospelero. Al final, el dolor es dulce, la picadura es dulce; sobre todo cuando es útil, sobre todo cuando la sostienes en tu mano.
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